La comida ultraprocesada se está convirtiendo en un serio enemigo de la salud.
Un nuevo estudio relaciona el exceso de azúcar con mayor riesgo de muerte cardiovascular. La bollería industrial y otros alimentos procesados son ricos en azúcares, hidratos de carbono y grasas. Por mucho que les pese algo tendrán que hacer las grandes multinacionales del sector de la alimentación y las bebidas. La comida ultraprocesada y los refrescos cargados de hidratos de carbono muy simples (azúcar sobre todo) se están convirtiendo en un serio enemigo de la salud en el mundo. La industria tendrá que rebajar de forma muy marcada el contenido de azúcar que hay en sus productos más tarde o más temprano.
Probablemente será por imperativo legal, si voluntariamente no lo hacen.
Todo el planeta, y da lo mismo que se hable de países desarrollados o de los que aún se encuentran en desarrollo, está muy preocupado con la pandemia de obesidad y sobrepeso que hay en todas partes. Reconociendo que aún existen áreas en las que impera el hambre, la realidad es que el problema ahora es la malnutrición. Un término que no tiene que ver con la falta de comida sino con despropósito con el que se está alimentando buena parte de la Humanidad en el siglo XXI.
Los motivos fundamentales que están elevando el porcentaje de diabéticos tipo 2, la hipertensión, la patología vascular y el cáncer son -sobre todo- la mala alimentación y el sedentarismo. Si se pudieran paliar en parte esos factores, el índice de patologías crónicas caería drásticamente y el ahorro en la factura sanitaria anual de casi todos los países sería de muchos miles de millones de euros, o de dólares.
De la misma forma que el tabaco está estigmatizado en todas partes -y casi nadie ignora los riesgos elevados que comportar el fumar- el azúcar lleva camino de convertirse en un mal compañero de viaje que hay que tener en cuenta, cuando se habla del camino que conduce a muchas patologías.
El exceso de azúcar y de sal es -de acuerdo con las últimas investigaciones- un hecho muy común en la dieta de casi todas las sociedades.
Los científicos opinan que el azúcar es un factor que contribuye de forma independiente en el riesgo de padecer patologías crónicas.
Ayer mismo, el JAMA Internal Medicine (una revista de la Asociación Médica Americana) publicaba un artículo, realizado por investigadores de los conocidos Centros para el Control de Enfermedades de Atlanta (EEUU), en el que se relacionaba de forma estadísticamente significativa el exceso de azúcar en la alimentación con un aumento de riesgo de muerte cardiovascular.
Las razones íntimas por las que el exceso de azúcar -y otros hidratos de carbono muy simples- se han convertido en el nuevo demonio alimenticio, compitiendo casi con el tabaco en mala fama, no están aún completamente claras. Lo estarán probablemente dentro de poco tiempo ya que hay mucha investigación en marcha. De acuerdo con los expertos, el azúcar se absorbe muy rápidamente en los primeros tramos del tubo digestivo y llega a la sangre con gran facilidad. Esta irrupción "violenta" de ese compuesto hace que el páncreas reaccione y libere insulina para que las células metabolicen el azúcar. Ese "chute" de insulina es lo que modula fenómenos fisiológicos que favorecen el depósito de grasa y contribuye más de lo que se ha imaginado al sobrepeso y a la obesidad.
Lo probable es que en un futuro próximo, cuando se hable de cómo adelgazar o, simplemente, de cómo no engordar se mencione el término "calidad de las calorías" tanto o más que el de "cantidad de calorías".
De hecho, y en contra de lo que se ha venido diciendo muchas décadas, el aceite de oliva extra virgen y los frutos secos (elementos de un gran poder calórico) se están convirtiendo en los nuevos ángeles de las arterias sin que su consumo frecuente esté provocando un exceso de peso.
En el último boletín de la OMS, dado a conocer este lunes, se pide a los gobiernos que piensen en controlar, regular, desincentivar los alimentos ultraprocesados y las bebidas con exceso de azúcar. Más tarde o más temprano habrá que hacerlo como una medida necesaria para que los riesgos de enfermar de las personas no se multipliquen de forma insoportable para la salud de las mismas y también para la de las economías sanitarias de todos los países.
EL MUNDO JOSÉ LUIS DE LA SERNAMadrid
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