miércoles, 21 de abril de 2010

EL DEBE Y EL NO DEBE DE LA EDUCACIÓN FÍSICA

Se ha dicho muchas veces que en un país no hay cultura sin educación, y no hay educación sin Educación Física. La Educación Física forma parte de las concepciones culturales de cualquier comunidad. Quizás por eso, aunque el término no ha hecho fortuna, se habló en algún tiempo de Cultura Física.

Sin embargo, el término cultura anda siempre rondando en torno a nuestra disciplina. Y es evidente que una cultura de lo corporal es imprescindible en cualquier planteamiento educativo.

La educación de lo corporal es un factor básico en la concepción que cada individuo y sociedad tiene de sí mismos. Por eso, existen todo un amplísimo campo de la ciencia, que es el que nosotros profesamos, en el que crecen las teorías y los conceptos de la cultura del cuerpo. En este campo, la sociología, la historia, las ciencias de la naturaleza, la medicina, el arte y la literatura confluyen para enfocar, cada uno desde su perspectiva, el cuerpo humano considerado como entidad aislada (pero concebido simultáneamente en plenitud psíquica y física) y como unidad de un cuerpo social o colectivo. Piénsese, por ejemplo, que la única actividad del ser humano que tiene prensa, radio o televisión específicamente dedicada a ella, y con periodicidad diaria, es precisamente la actividad física.

Por tanto, y tomando prestadas las clásicas palabras de Anne Marie Seybol, " la Educación Física no es una meta en sí misma, sino un medio para "educar". Para educar en plenitud y, diríamos nosotros, para educar en uno de los factores de esa plenitud: la cultura de lo corporal.

¡Qué lejos estas concepciones de aquellas que no pretenden más que "amaestrar el cuerpo" so pretexto de la procedimentalidad de la asignatura!

La Educación Física tiene, evidentemente, una procedimentalidad propia que constituye el aspecto más definitorio de su singularidad y el punto de apoyo fundamental de su acción didáctica. Pero de ninguna manera supone ésa su última razón de ser ni su única posibilidad didáctica. Porque no educamos al cuerpo, sino al ser humano.

El cuerpo es sólo el medio, la herramienta que utilizamos para educar en una ciencia de la acción motriz que se determina no por el hecho de la acción misma, sino por la función a la que la acción sirve. El movimiento no supone peldaño alguno en la escala de los valores educativos. Pero el movimiento acaba generando, incluso, una escala de valores propios cuando nos sirve para desarrollar cualidades afectivas, morales, sociales... y también, claro está, cualidades de carácter motriz en cuanto éstas son el vehículo de experimentación, expresión, afirmación de todas las demás.

En cualquier caso, no podemos olvidar que las capacidades y las cualidades físicas no existen como tales. Las aislamos a nivel procedimental para su pretendido desarrollo. Pero se trata de algo puramente teórico, instrumental y, en definitiva, falso. Es sólo un método, e incluso un método que podría no ser bueno. Porque ninguna capacidad del cuerpo existe o funciona independientemente ni de las demás, ni tampoco de las capacidades psíquicas.


El movimiento del cuerpo es de todo el cuerpo; y, en realidad, ni siquiera del cuerpo, sino del ser humano, algo mucho más allá de la "máquina corporal". Por ello hemos de insistir en que, junto a lo que la E.F aporta como valor cultural completo de lo humano, no es ocioso considerar también los peligros de la entronización excesiva de sólo lo corporal, deslindando de la totalidad del ser humano.

La Educación Física, en consecuencia, ha de situar el cuerpo, como "máquina física" más o menos perfecta en su apariencia y en su funcionamiento, en un escalón muy bajo dentro del ordenamiento jerárquico de los valores. Un escalón muy bajo para el "culto al cuerpo", masculino o femenino, para la fuerza y el músculo, para la perfección estética. La belleza, la fama, el éxito e, incluso, la salud son susceptibles de ser perseguidos como utopía inalcanzable, y en el mejor de los casos, puramente circunstancial y temporal, pero no como algo permanente ni como valor supremo. Sus contrarios: la falta de salud, el anonimato, o las carencias de armonía corporal, se compensan en el hombre y en la mujer con otros valores que la Educación Física tiene que enseñar a resaltar y estimar, tanto individual como socialmente.

De la misma manera, tampoco debemos caer en la tentación de formar atletas o entrenar a alumnos y alumnas (por bien dotados que estén) para la alta competición. Si la misión del profesor de Historia no es formar historiadores, ni la del profesor de Biología formar biólogos, tampoco la de la E.F es formar deportista de élite.

La Educación Física educa el cuerpo, pero también forma el carácter, fortifica la personalidad, contribuye al desarrollo de actitudes de solidaridad..., y todo ello en una verdadera concepción integral del proceso educativo.

Desde estas perspectivas, la clase de E.F puede desarrollarse a través del juego, pero no es un juego; puede y debe ser divertida, pero no constituye una diversión. Y desde luego, lo que nunca puede suceder es que constituya un desahogo entre clase y clase, porque ella misma es una clase.

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