Para algunos sectores de la sociedad hablar de que es necesario que los jóvenes incrementen, cuando no inicien, las prácticas deportivas, es como pregonar que en vez de estudiar es mejor jugar, o en vez de ir al colegio es mejor quedarse haciendo novillos. ¡ Ya está bien de deportes!, es la opinión de esas esferas.
En él encuentran algunas, entre otros males, el fracaso de sus hijos en los estudios, el abandono de los libros por el balón, de que la pasión por él les distrae y les aparta de otras manifestaciones más espirituales,etc. Muchos son los cargos contra el deporte, y si alguna vez responden a la realidad, otras son producto de la fantasía, del desconocimiento o de la falta de sinceridad de muchos padres que no quieren reconocer que el fracaso de su hijo en los estudios no es debido a los deportes, sino a la carencia de facultades.
Bien es verdad que mientras los seminarios, círculos de estudio, coros..., no progresan por falta de asistencia, los club deportivos de esos mismos centros docentes se ven precisados a hacer rigurosas selecciones de casi la totalidad del alumnado que acude a inscribirse en ellos. ¿Es responsable el deporte en sí de tal situación? ¿Supone, en verdad, una oposición tan radical el deporte y el espíritu?
El error de muchos pedagogos hizo concebir la idea durante largo tiempo de que el joven mentalmente bien dotado, era "torpón" para las actividades deportivas y viceversa. Con esta opinión se menoscababa el prestigio de la Educación Física que los avances de la moderna Pedagogía, la aplicación de los adecuados test y la observación constante y metódica, han rehabilitado.
Vuillermet refiere la historia de un célebre profesor que catalogaba así a sus alumnos: los que tenían salud y los que carecían de ella. A los enfermizos pronosticaba una gran carrera filosófica y los veía ya avanzando a grandes pasos en las ciencias especulativas; a los fuertes, de sólida contextura, les reservaba la explotación del dominio práctico; no eran buenos más que para eso. El no suponía que era él mismo un buen espécimen de la segunda categoría, a pesar de lo cual era un profundo filósofo. Y ¡ay!, se agregaba que alguno de aquellos sobre los que esperaba tanto, nunca revelaron lo que ocultaba su cuerpo enclenque, o bien porque no han tenido la fuerza de buscar un tesoro que quizá no existía o, si lo había, no han tenido la de explotarla"(1). Este profesor, no español, bien puede simbolizar la tradición de muchos españoles. ¿Es que el hombre inteligente tiene que ser débil? El intelectual no tiene por qué estar representado por ser débil, enfermizo, pálido, jadeante o con gafas. Este puede ser el retrato de algunos, pero de otros puede serlo las más perfectas esculturas griegas.
En las actividades lúdicas sólo pueden sobresalir aquellos que poseen buena inteligencia. El hombre que practica los deportes clásicos o modernos se perfecciona intelectualmente; en cada jugada que tiene que resolver ejercita, la atención, la imaginación, el espíritu de iniciativa y la memoria, al recordar lo que el reglamento o la técnica le permite o le prohibe que haga, y todo ello con la rapidez y decisión que le exigen las circunstancias. Carl Diem afirma: "la vida deportiva es una forma de actividad intelectual importante. Ofrece al sujeto reflexiones, discusiones, investigaciones, etc, estimadamente variadas. Es interesantes para gentes de toda cultura, de todo nivel cultural (3).
La preparación física proporciona tensión muscular, que es imprescindible para toda labor intelectual; sin ella, ni se puede atender ni fijar ideas. De aquí también la preocupación de todo educador de no pasar el umbral individual, pues tan perjudicial como falta de tensión es la hipertensión muscular. Como ejemplo del primer caso tenemos, entre otros, al soñoliento y del segundo, el intranquilo.
Sin embargo, se nos podría argumentar el porqué sobresalen en el deporte los jóvenes más inadaptados para los estudios. La afirmación es falsa si se refiere a la totalidad de los deportistas y, si no es así, la contestación adecuada hay que darla a la luz de la Psicología. Durante la edad escolar, el niño, para el total desarrollo de su personalidad, necesita sobresalir en todo o en alguno de los campos de acción en que se desenvuelve.
El educando necesita alcanzar triunfos, distinciones, etc.., o el simple hecho de saber que se le reconoce lo que hace bien. Aquellos que consiguen estos éxitos en el campo intelectual o artístico, no siente la apremiante necesidad de lograrlos también en el deportivo y, por el contrario, el atleta, el campeón, el seleccionado, se justifica ante sí mismo y abandona un mucho o un poco el intelectual o artístico, sin que por ello el niño- intelectual no pueda ser un niño-deportista..Guy Jacquín nos dice: " El niño busca sus triunfos en el juego y también, siempre que puede, en el trabajo escolar y en todas sus ocupaciones.
Anotemos de paso que hay en esto incluso un molesto círculo vicioso: el niño que triunfa en su trabajo escolar necesita menos victorias en el juego que el percebe. Este es, pues, quien moralmente necesita dedicar más tiempo a jugar..., aun cuando sus profesores estime lo contrario en cuanto a sus estudios: la necesidad moral de triunfo (en una esfera que le es posible) entra en lucha con la necesidades mínimas de la enseñanza. Hay, evidentemente, que mantener un justo equilibrio (4).
La objetividad de los estudios de Wheeler y Perkins viene a darnos la razón cuando dice: "Indudablemente, como regla general, el individuo que es débil mental lo es también físicamente, no sólo en uno, sino en muchos aspectos..."
Por otra parte, dentro de la Educación Física, ocupan lugar destacado los deportes y los juegos, tanto libre como dirigidos, que tanto entusiasman a los niños y que constituyen síntomas para diagnosticar sobre la capacidad mental del educando.
El juego encuentra su justificación en sí mismo porque favorece aptitudes, desarrolla virtudes, crea hábitos, etc. Si estas virtudes, aptitudes y hábitos, no se manifiestan en el juego, no tratemos de encontrarla en el estudio:"no existen. " El juego no constituye en absoluto un refugio para deficientes y anormales, pues le repugna tanto como el trabajo".
Nuestros jóvenes son hoy víctimas de horarios escolares recargados, que les obliga a permanecer muchas horas sentados en pupitres en posiciones incómodas e incorrectas, agravados con preparación de las clases en casa y con los dichosos "deberes" que, inoculados en los centros docentes, vienen demostrando que son imposibles de extirpar. Son demasiadas horas de labor intelectual, sin la compensación de un trabajo físico. Se les está perjudicando "envejeciendo". El dormir las ocho horas no es suficiente. El reposo solo no nos sirve.
Fray Luis, autor de Noche Serena, ansioso de aire libre, aspira a la "descansada vida del que huye del mundanal ruido". ¡Qué buen ejemplo para algunos intelectuales! La pereza corporal domina a la inteligencia. El sueño reparador, como decíamos antes, no nos basta. Cervantes puso en boca de Sancho Panza lo que no podía decir Don Quijote: "Cuando duermo no tengo ni temores ni esperanzas, ni tristeza, ni alegrías. Sea bendito quien inventó el sueño. Es el mantel que cubre el pensamiento, es el alimento que sacia el hambre, la bebida que sacia la sed, que calienta a quien tiene frío, refrigera a quien tiene calor; es la moneda que lo paga todo". Don Quijote dormía, sí, pero también leía y cabalgaba.
(1) F.A. Vuillermet, O.P.: Los jóvenes y los deportes. Editorial Difusión. Buenos Aires, 1946, pag 21.
(3) M. Carl Diem, director de la Escuela de Educación Física de Colonia, Alemania. Boletín informativo del SNI, núm. 1, 1955, pag 49
(4) Guy Jacquin: La educación por el juego. Atenas, S.A. Madrid, 1958. Traducción de M. Álvarez de Linera, pp. 49-50
En él encuentran algunas, entre otros males, el fracaso de sus hijos en los estudios, el abandono de los libros por el balón, de que la pasión por él les distrae y les aparta de otras manifestaciones más espirituales,etc. Muchos son los cargos contra el deporte, y si alguna vez responden a la realidad, otras son producto de la fantasía, del desconocimiento o de la falta de sinceridad de muchos padres que no quieren reconocer que el fracaso de su hijo en los estudios no es debido a los deportes, sino a la carencia de facultades.
Bien es verdad que mientras los seminarios, círculos de estudio, coros..., no progresan por falta de asistencia, los club deportivos de esos mismos centros docentes se ven precisados a hacer rigurosas selecciones de casi la totalidad del alumnado que acude a inscribirse en ellos. ¿Es responsable el deporte en sí de tal situación? ¿Supone, en verdad, una oposición tan radical el deporte y el espíritu?
El error de muchos pedagogos hizo concebir la idea durante largo tiempo de que el joven mentalmente bien dotado, era "torpón" para las actividades deportivas y viceversa. Con esta opinión se menoscababa el prestigio de la Educación Física que los avances de la moderna Pedagogía, la aplicación de los adecuados test y la observación constante y metódica, han rehabilitado.
Vuillermet refiere la historia de un célebre profesor que catalogaba así a sus alumnos: los que tenían salud y los que carecían de ella. A los enfermizos pronosticaba una gran carrera filosófica y los veía ya avanzando a grandes pasos en las ciencias especulativas; a los fuertes, de sólida contextura, les reservaba la explotación del dominio práctico; no eran buenos más que para eso. El no suponía que era él mismo un buen espécimen de la segunda categoría, a pesar de lo cual era un profundo filósofo. Y ¡ay!, se agregaba que alguno de aquellos sobre los que esperaba tanto, nunca revelaron lo que ocultaba su cuerpo enclenque, o bien porque no han tenido la fuerza de buscar un tesoro que quizá no existía o, si lo había, no han tenido la de explotarla"(1). Este profesor, no español, bien puede simbolizar la tradición de muchos españoles. ¿Es que el hombre inteligente tiene que ser débil? El intelectual no tiene por qué estar representado por ser débil, enfermizo, pálido, jadeante o con gafas. Este puede ser el retrato de algunos, pero de otros puede serlo las más perfectas esculturas griegas.
En las actividades lúdicas sólo pueden sobresalir aquellos que poseen buena inteligencia. El hombre que practica los deportes clásicos o modernos se perfecciona intelectualmente; en cada jugada que tiene que resolver ejercita, la atención, la imaginación, el espíritu de iniciativa y la memoria, al recordar lo que el reglamento o la técnica le permite o le prohibe que haga, y todo ello con la rapidez y decisión que le exigen las circunstancias. Carl Diem afirma: "la vida deportiva es una forma de actividad intelectual importante. Ofrece al sujeto reflexiones, discusiones, investigaciones, etc, estimadamente variadas. Es interesantes para gentes de toda cultura, de todo nivel cultural (3).
La preparación física proporciona tensión muscular, que es imprescindible para toda labor intelectual; sin ella, ni se puede atender ni fijar ideas. De aquí también la preocupación de todo educador de no pasar el umbral individual, pues tan perjudicial como falta de tensión es la hipertensión muscular. Como ejemplo del primer caso tenemos, entre otros, al soñoliento y del segundo, el intranquilo.
Sin embargo, se nos podría argumentar el porqué sobresalen en el deporte los jóvenes más inadaptados para los estudios. La afirmación es falsa si se refiere a la totalidad de los deportistas y, si no es así, la contestación adecuada hay que darla a la luz de la Psicología. Durante la edad escolar, el niño, para el total desarrollo de su personalidad, necesita sobresalir en todo o en alguno de los campos de acción en que se desenvuelve.
El educando necesita alcanzar triunfos, distinciones, etc.., o el simple hecho de saber que se le reconoce lo que hace bien. Aquellos que consiguen estos éxitos en el campo intelectual o artístico, no siente la apremiante necesidad de lograrlos también en el deportivo y, por el contrario, el atleta, el campeón, el seleccionado, se justifica ante sí mismo y abandona un mucho o un poco el intelectual o artístico, sin que por ello el niño- intelectual no pueda ser un niño-deportista..Guy Jacquín nos dice: " El niño busca sus triunfos en el juego y también, siempre que puede, en el trabajo escolar y en todas sus ocupaciones.
Anotemos de paso que hay en esto incluso un molesto círculo vicioso: el niño que triunfa en su trabajo escolar necesita menos victorias en el juego que el percebe. Este es, pues, quien moralmente necesita dedicar más tiempo a jugar..., aun cuando sus profesores estime lo contrario en cuanto a sus estudios: la necesidad moral de triunfo (en una esfera que le es posible) entra en lucha con la necesidades mínimas de la enseñanza. Hay, evidentemente, que mantener un justo equilibrio (4).
La objetividad de los estudios de Wheeler y Perkins viene a darnos la razón cuando dice: "Indudablemente, como regla general, el individuo que es débil mental lo es también físicamente, no sólo en uno, sino en muchos aspectos..."
Por otra parte, dentro de la Educación Física, ocupan lugar destacado los deportes y los juegos, tanto libre como dirigidos, que tanto entusiasman a los niños y que constituyen síntomas para diagnosticar sobre la capacidad mental del educando.
El juego encuentra su justificación en sí mismo porque favorece aptitudes, desarrolla virtudes, crea hábitos, etc. Si estas virtudes, aptitudes y hábitos, no se manifiestan en el juego, no tratemos de encontrarla en el estudio:"no existen. " El juego no constituye en absoluto un refugio para deficientes y anormales, pues le repugna tanto como el trabajo".
Nuestros jóvenes son hoy víctimas de horarios escolares recargados, que les obliga a permanecer muchas horas sentados en pupitres en posiciones incómodas e incorrectas, agravados con preparación de las clases en casa y con los dichosos "deberes" que, inoculados en los centros docentes, vienen demostrando que son imposibles de extirpar. Son demasiadas horas de labor intelectual, sin la compensación de un trabajo físico. Se les está perjudicando "envejeciendo". El dormir las ocho horas no es suficiente. El reposo solo no nos sirve.
Fray Luis, autor de Noche Serena, ansioso de aire libre, aspira a la "descansada vida del que huye del mundanal ruido". ¡Qué buen ejemplo para algunos intelectuales! La pereza corporal domina a la inteligencia. El sueño reparador, como decíamos antes, no nos basta. Cervantes puso en boca de Sancho Panza lo que no podía decir Don Quijote: "Cuando duermo no tengo ni temores ni esperanzas, ni tristeza, ni alegrías. Sea bendito quien inventó el sueño. Es el mantel que cubre el pensamiento, es el alimento que sacia el hambre, la bebida que sacia la sed, que calienta a quien tiene frío, refrigera a quien tiene calor; es la moneda que lo paga todo". Don Quijote dormía, sí, pero también leía y cabalgaba.
(1) F.A. Vuillermet, O.P.: Los jóvenes y los deportes. Editorial Difusión. Buenos Aires, 1946, pag 21.
(3) M. Carl Diem, director de la Escuela de Educación Física de Colonia, Alemania. Boletín informativo del SNI, núm. 1, 1955, pag 49
(4) Guy Jacquin: La educación por el juego. Atenas, S.A. Madrid, 1958. Traducción de M. Álvarez de Linera, pp. 49-50
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