A uno de cada tres españoles no le preocupan lo más mínimo sus niveles de colesterol. Le da igual que estén más o menos altos. Prefiere vivir sin saber de manera periódica lo abiertas o cerradas que se encuentran sus arterias y si su riesgo de infarto -cardiaco o cerebral- crece o disminuye. Lo revela una encuesta difundida hace dos semanas por los médicos de Atención Primaria asociados en torno a Semergen y la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas (SEDN), con motivo del Día Nacional del Colesterol, que se celebró el pasadao 19 de septiembre. Los especialistas de la salud, también en esta cuestión, se encuentran divididos.
Los defensores a ultranza de los programas de prevención recuerdan que las enfermedades cardiovasculares representan la primera causa de mortalidad en España y que no cuidarse supone una temeridad. Otros, más críticos con el empuje que la industria farmacéutica y alimentaria ejerce sobre este tipo de campañas, defienden que la "vida es para vivirla" y no es necesario tanto análisis, salvo que uno padezca una enfermedad coronaria.
El colesterol es la grasa que se acumula en las venas y las arterias, y que aumenta o desciende en función de la dieta y el ejercicio que se practique. En muchos casos, su presencia no tiene que ver tanto con el estilo de vida, como con la genética de cada uno. La hipercolesterolemia familiar, que es así como se conoce a la tendencia natural a producir esta sustancia, es una enfermedad hereditaria, que hace que una de cada 400 personas se vea con problemas para rebajar sus cifras de colesterol.
No se trata en todo caso de una sustancia nociva para el organismo, sino básica para su buen funcionamiento. Interviene en procesos metabólicos determinantes, como la formación de hormonas y las paredes de las membranas. Los hay de dos tipos y los dos son producidos por el hígado, aunque en su control y buen funcionamiento también es determinante el cerebro, según las más recientes investigaciones. El llamado LDL, conocido como 'el malo', se ocupa de la distribución de grasa por las células; y el HDL, 'el bueno', de su recogida y posterior devolución al hígado. Cuando el equilibrio entre uno y otro se rompe, el LDLse pega a las paredes de las arterias hasta estrecharlas en exceso y producir una angina de pecho. O puede cerrarlas del todo y desencadenar un infarto.
Algunos sectores sanitarios han comenzado a poner en entredicho, sin embargo, las campañas para su control.
Nadie duda de la necesidad de cuidar la alimentación y apostar por una dieta equilibrada en la que haya de todo, pero fundamentalmente verduras, fruta y pescado. Media hora de ejercicio al día también resulta muy saludable. Pero, ¿es necesario someterse a análisis periódicos para ver cómo evolucionan los niveles de colesterol? ¿Tiene sentido preocuparse por si el LDL ha superado la cota 200 o se ha estabilizado en 180?
El trabajo presentado por las sociedades Semergeny SEDN, financiado por el Instituto Flora y basado en el resultado de 3.700 encuestas, alerta de que un 20% de la población ignora que el colesterol causa enfermedades cardiovasculares y de que el 69 ha medido el colesterol de sus hijos, pese a que uno de cada cinco sufre de hipercolesterolemia. "Es muy preocupante si se tiene en cuenta el riesgo de infartos y de ictus", apunta la dietista María Colomer, responsable de Educación Alimentaria en la FEDN.
"La relación entre el colesterol en sangre y las enfermedaes tipo infarto de miocardio sólo es cierta cuando se está enfermo de las coronarias", señaló el médico y profesor universitario Juan Gérvas, autor del libro 'Sano y Salvo'. "En las personas sanas, el colesterol en sangre no tiene ninguna importancia. Lo lógico es no medírselo e intentar ser feliz". El especialista criticó además el hecho de que "se comience a meter miedo a las familias y a los niños, que han de comer variado y lo propio de cada temporada. Todo esto -valoró- es una campaña indecente, sin fundamento científico".
La mortalidad por infarto es en Estados Unidos, donde se editan las guías médicas que se siguen en todo el mundo, cinco veces mayor que en España. "El riesgo de un estadounidense con 193 de colesterol es equivalente al de un español con 239. No tiene sentido que apliquemos sus mismos valores".
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