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domingo, 3 de junio de 2012

EL 'QUEMAGRASAS' DEL CUERPO

OBESIDAD | Estudio en ratones.
Una cámara térica muestra el efecto de BMP8B sobre la grasa parda en ratas.| USC Descubren una proteína, clave para transformar la grasa en calorías
¿Por qué unas personas engordan más que otras a pesar de llevar una vida y una alimentación similares? ¿Tienen algo que ver el cerebro o nuestros genes en la obesidad? ¿Cómo se pueden eliminar más calorías de lo que nuestro cuerpo quema? 

Un estudio con sello español muestra dos moléculas que activan el mecanismo quemagrasas que tiene el cuerpo para generar calor y de paso perder peso. Aunque el trabajo, publicado en la revista 'Cell', ha sido realizado en ratones y ratas, abre la vía para la investigación de terapias que, actuando sobre estas sustancias, consigan combatir la obesidad. Los animales, sobre todo los roedores y aquellos que hibernan, tienen un alto contenido de una grasa denominada parda por su color marrón. Esta grasa les permite regular su temperatura pues ella captura los lípidos de la sangre y los oxida, es decir, los quema para generar calor. 

A diferencia de la grasa blanca, la que podemos ver por ejemplo en las vetas del jamón o la que se nos acumula visiblemente en ciertas partes del cuerpo, cuya función es la de generar cierto aislamiento y almacenar lípidos, la parda no los acumula sino que los procesa, mediante un mecanismo que se llama termogénesis. Se pensaba que en el ser humano, sólo los bebés albergaban este tejido 'bueno', precisamente para asegurar su temperatura, y que desaparecía en la etapa adulta. Sin embargo, un estudio publicado en 2009 echaba por tierra esta teoría. Aaron Cypes y su equipo del Centro de Diabetología Joslin de Boston (EEUU) identificaron mediante técnicas de imagen la presencia en ciertas localizaciones de esta grasa. 

De esta manera, se pudo comprobar que existían islotes de grasa parda en la zona interescapular, en la perirrenal y a lo largo de la arteria aorta, es decir, básicamente en la zona torácica y abdominal, las partes del cuerpo que menos pueden regular la temperatura con el movimiento, como lo hacen los brazos o las piernas, y que más hay que proteger del frío. Aunque su presencia no es tan marcada como en otros animales, este tejido es muy activo metabólicamente hablando y tiene una gran capacidad termogénica. En estos tres años, han sido muchos los investigadores que se han lanzado a comprender los mecanismos que subyacen en la termogénesis de la grasa parda y para analizar su potencialidad como diana terapéutica contra la obesidad en humanos. 

Entre ellos están los grupos de NeurObesidad de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y el de Biología Molecular y Regulación Génica del Tejido Adiposo y sus Patologías de la Universidad de Barcelona (UB) que llevan seis años estudiando la proteína AMPK, una enzima que tiene un papel importante en las acciones inductoras de la ingesta y en la regulación de la grasa parda por el hipotálamo. Trabajos que han sido publicados en revistas de alto impacto como 'Cell Metabolism' y 'Nature Medicine'. Ahora, otro trabajo en el que han participado junto con grupos de Iowa (EEUU), Estocolomo (Suecia) y Cambrigde (Reino Unido), como coordinador general, muestra cómo otra proteína, llamada BMP8B, participa con AMPK en el proceso de quemagrasas. 

 Una proteína novedosa en la grasa "La BMP8B es una proteína conocida e implicada en la formación de hueso, cartílago y tejido conjuntivo. Sin embargo, nadie hasta ahora había visto que esta proteína también está presente en la grasa parda y en el hipotálamo y ella juega un papel fundamental en la activación de la termogénesis", explica a ELMUNDO.es Miguel López, investigador del CIBERobn y de la USC, y uno de los autores del nuevo estudio publicado en 'Cell'. Para llegar a esta conclusión, los investigadores generaron y utilizaron ratones que no producían esta proteína y que, a igual tipo de alimentación (especialmente aquella alta en grasa), estaban mucho más gordos que otros que tenían un nivel normal de BMP8B. 

Además, al administrar una mínima cantidad de esta proteína, directamente en el hipotálamo, los ratones tratados habían perdido a las dos semanas un 20% de su peso, debido a que esta molécula actuó a modo de interruptor activando la grasa parda y con ello su acción termorreguladora, es decir, quemando las grasas. "Esa disminución de peso se hace a expensas del tejido adiposo, no de la eliminación de músculo, como puede ocurrir en otros procesos. El efecto de BMP8B es muy potente", afirma Miguel López. De ahí que este hallazgo se considere una diana para la investigación farmacológica contra la obesidad.

 "Está claro que nuestro trabajo está realizado en ratones, las cosas con los roedores van mucho más rápidas que con los humanos, pero la grasa parda humana también tiene esta proteína, eso ya lo hemos comprobado, lo que indica que vale la pena esas investigaciones a nivel humano", afirma Francesc Villarroya, de la UB y otro de los autores del estudio. Los indicios que permiten pensar en un futuro uso de estas proteínas para terapias en humanos son por un lado la ausencia de efectos secundarios que la administración de BMP8B ha tenido a lo largo de los tres años de investigación. 

Además, al ser producida en una zona concreta del hipotálamo (el núcleo ventromedial) su acción es muy específica y, a diferencia de otras terapias adelgazantes que actúan sobre el sistema nervioso para regular la sensación de hambre, no habría que pensar en que la administración de esta proteína genere alteraciones nerviosas ya que "sólo actúa sobre unas pocas neuronas, entre 500 y 600", afirma López. Por otro lado, su interacción con la enzima AMPK regula no sólo la termogénesis sino también la ingesta. "Si inhibimos la AMPK aumentamos el gasto de energía y reducimos la ingesta", señala este investigador. 

 Esta vía, el aumento de la actividad de la grasa parda, es una de las tres que se han puesto en marcha desde el descubrimiento de este tejido en adultos. "Algunos investigadores están intentando inducir su proliferación, para que haya más grasa parda, y otros pretenden transformar tejido blanco en pardo. Estas dos últimas líneas de trabajo son teóricamente muy bonitas pero más complicadas, porque podría haber riesgo de generar un efecto neoplásico [la formación de tumores]. Creo que generar un aumento de la actividad de la grasa parda, como hemos hecho nosotros es la más efectiva", señala el biólogo gallego.
Ángeles López | Madrid

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