Nos dice Daniel Goleman que si como educadores no tenemos empatía y relaciones personales efectivas, “no importa lo inteligente que seas, no vas a llegar muy lejos”.
La maestra especialista en innovación educativa y emprendimiento Rocío López Valdepeñas en un artículo publicado por EDUCACIÓN 3.0, La Revista para el Aula del Siglo XXI, nos propone practicar cinco “actitudes” para mejorar nuestra cercanía a los estudiantes, y que compartimos con fines únicamente educativos – pastorales.
López aconseja fomentar con los estudiantes el diálogo y mostrar interés por lo que ha ocurrido, iniciar una conversación interesándose en cómo están, qué hacen, qué opinan, qué les gusta, desterrar los prejuicios y “pensar en positivo”. Y finaliza con dinámica de “El semáforo de la felicidad”.
Actitudes que nos hacen docentes más empáticos
Quiero empezar este artículo haciéndote una pregunta sencilla: ¿Te consideras un docente empático? Depende, me dirás. Me refiero a si escuchas con atención lo que tienen que decirle tus alumnos, lees su comunicación gestual y eres capaz de descifrar cómo se sienten, das validez a sus emociones y les ayudas a expresarlas sin dañarse o dañar a los demás.
Si te implicas en todas estas acciones y participas afectivamente de la realidad emocional de tus alumnos, no es necesario que continúes leyendo. Sin embargo, si crees que podrías hacerlo todavía mejor y quieres, ¡te espero unas líneas más abajo!
1. Pregunta antes de afirmar
Este es el primero de los trucos que puedes aplicar desde hoy para que la comunicación en el aula cambie. Por lo general, todas las personas solemos imponer nuestra postura y obviamos que existan otras realidades. Así que, te propongo cambiar el común “otra vez te has dejado los deberes en casa” por “¿le ha sucedido algo a tus deberes?”.
De esta manera, estarás fomentando el diálogo y mostrando interés por lo que ha sucedido. Así, te será más fácil que tus alumnos se sientan cómodos para expresarse contigo, y compartir sus problemas y preocupaciones.
2. Empieza tus conversaciones interesándote por el otro
¡Qué sencillo es y cuánto nos cuesta a veces! Te propongo un reto: Prueba a empezar hoy las conversaciones con tus alumnos un “hola, ¿cómo estás hoy?”. Estarás dando un primer paso para que esa persona se abra y te explique cómo se siente. Por un rato, evita hablar sobre ti y céntrate en escuchar, aprenderás mucho.
3. Conoce a tus alumnos
Proponte descubrir cosas que desconoces sobre tus alumnos: Qué hacen al salir de la escuela, qué les gustaría aprender en clase, qué opinan sobre un tema concreto,etcétera. Todo lo que descubras te resultará de gran ayuda para tus clases, podrás emplearlo para motivarlos y centrarlos en la tarea.
4. Adiós prejuicios y etiquetas
Conoce a tus alumnos por primera vez. Suena loco, ¿verdad? Dales la oportunidad de verles hoy sin los filtros que tú mismo te has impuesto con el paso del tiempo: Raúl es un trasto, María es muy buena alumna o a Juan no se le dan bien las matemáticas.
5. Piensa en positivo
¡Ponte las gafas de la felicidad!Durante un rato, presta atención solo las cosas que hacen bien tus alumnos y destierra lo malo. Hazles saber lo mucho que valoras el esfuerzo que dedican en aprender y cuánto han aprendido desde el inicio del curso. No te permitas ningún pensamientos negativos y si por un momento te aborda un problema, ¡transfórmalo en una oportunidad!
Puedes practicar este cambio de actitud con la sencilla dinámica de “El semáforo de la felicidad”. ¡Te la explico a continuación!
Al final de la semana, durante la asamblea semanal o la clase de tutoría, da a tus alumnos unos folios en blanco con caras que expresen diferentes emociones: alegría, miedo, tristeza y enfado. Pídeles que coloreen aquella que describa mejor su estado de ánimo a lo largo de la semana y que coloquen ese folio, de forma anónima, en una bolsa o cajita.
Toma todos los folios y, delante de ellos, haz el recuento de los resultados.
Apunta cada semana en un póster cuántas caritas ha habido de cada tipo y juntos comparad esta semana con la anterior: ¿qué cambios ha habido?, ¿hay más caritas alegres? o ¿hay muchas caritas enfadadas esta vez?
Preguntaros por qué ha habido estas variaciones y tú, docente, da paso al diálogo. Permite que los alumnos expresen libremente cómo se han sentido, por qué están alegres o por qué no lo están. Escucha y muéstrate empático con los consejos que has leído anteriormente.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Educación 3.0 en la siguiente dirección: educaciontrespuntocero.com | Autor: Rocío López
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