El desarrollo psicomotriz, hace referencia al conjunto de procesos y cambios psicoevolutivos, socio-afectivos y motrices, que permiten al niñ@ evolucionar en el control de su cuerpo, hasta lograr un grado de competencia motriz máxima.
El aprendizaje motor es la adquisición de las destrezas motoras de forma relativamente permanente y debido a la práctica y no a la maduración.
La psicomotricidad representa un estímulo muy importante para el desarrollo psíquico y físico.
Para Toro y Zarco (1995) los beneficios de la psicomotricidad son la mejora del equilibrio psíquico y de relación con el mundo exterior, contribuyendo al desarrollo de las cualidades motrices, físicas, así como la confianza en sí mismo.
La psicomotricidad permite canalizar mejor sus instintos, encontrar su personalidad y superar las dificultades de relación con su entorno.
Además de contribuir al desarrollo personal y social, tiene valor terapéutico, ya que representa la forma más natural de fisioterapia. Restablece la fuerza muscular y aprende a recuperarse de la fatiga.
Las deficiencias motrices son aquellas que de modo directo dificultan o impiden la ejecución del movimiento, es decir, afectan a la fase visible del proceso de aprendizaje motor.
Las dificultades pueden ser:
- Patologías del sistema neuromotor: las que afectan a los mecanismos receptor y transmisor, que implican afecciones neuromusculares, incluyendo al sistema nervioso y dificultando el control del movimiento. En este grupo las más características son la parálisis cerebral y la espina bífida.
- Patologías psicomotrices:, aquellas que, sin presentar daños físicos o neuromusculares, presentan unos niveles muy bajos de habilidad motriz y coordinación (aplicables a alumnos con discapacidad intelectual).
- Patologías físicas, aquellas que se refieren exclusivamente al mecanismo efector, amputaciones, luxaciones congénitas de cadera, malformaciones de la columna vertebral, enfermedades crónicas.
“La torpeza motriz”: una dificultad psicomotriz.
Existe un tipo de niños que sin poseer daños neuromusculares, sensoriales o físicos detectados y conocidos son muy poco competentes en el empleo de estrategias para la solución de problemas motores, en la selección de las informaciones pertinentes para una situación y en su capacidad para evaluar y controlar sus propias acciones.
Es frecuente que estos niños no sean detectados en el aula a lo largo de sus pasos por las aulas y terminan frustrados ante su escasa capacidad motriz. El porcentaje de niños de estas características reconocido varía de unas investigaciones a otras del 5% al 15%.
Las causas son numerosas y pueden tener su origen en el período prenatal (anoxia, infecciones de la madre) hasta las relacionadas con el momento del nacimiento (prematuridad, dificultades) o postnatales (deficiencias vitamínicas).
Incluso para algunos autores el origen puede ser de carácter emotivo y no biológico.
No existe consenso en las causas pero si en la necesidad de detectarlo prematuramente y tratarlos adecuadamente. Tampoco está muy clara la relación entre torpeza motriz y capacidad cognitiva. Lo que parece bastante claro es que no existe un prototipo de niño torpe, ya que la torpeza se manifiesta de forma muy heterogénea, con problemas específicos diversos en grado y que de modo general se traducen en una “imagen distorsionada y poco coordinada”
- Poca eficacia en el manejo de objetos y utensilios.
- Problemas de equilibrio, lanzamientos, atrapes, golpeos, conducciones.
- Inconsistencia al actuar.
- Movimientos extraños.
- Dificultades rítmicas.
- Incapacidad para calibrar la fuerza de sus acciones.
- Dificultad para planificar y organizar sus acciones.
- Dificultades para escribir, recortar o construir.
- Dificultades para colaborar en los juegos de equipo.
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