Una investigación muestra este vínculo y señala que hay que tener buenos hábitos desde los primeros meses de vida pues, de lo contrario, puede contribuir en una obesidad en la infancia.
"Nuestro estudio encuentra evidencia convincente de que dormir menos de lo recomendado en los primeros años de vida es un fuerte factor de riesgo e independiente de obesidad y adiposidad", explica Elsie Taveras, jefe del servicio General de Pediatría en el Hospital Infantil MassGeneral (MGHfC). Concretamente, según los resultados relatados en el estudio, publicado en la revista Pediatrics, los niños que dormían menos tenían un índice de masa corporal 0,48 unidades más alto que aquellos que más horas de sueño cumplían cada día.
"Asociaciones similares hemos visto también en otras medidas", apunta el autor, como el índice de grasa corporal (una diferencia de 0,72 kg/m²), la circunferencia de la cintura (unos 3,61 centímetros de diferencia) y la de la cadera (aproximadamente 2,78 milímetros de diferencia), la medición de los pliegues cutáneos (una diferencia de 4,22 milímetros) y la grasa abdominal (con una diferencia de 0,36 kg/m²).
Investigaciones previas señalaban un periodo crítico antes de los cinco años. Hasta esta edad, decían, dormir poco podía desencadenar obesidad. Sin embargo, y "al contrario de lo que dichos estudios postulaban, no encontramos ningún periodo crítico en el que la falta de sueño influya especialmente en una ganancia posterior de peso. De hecho, dormir poco en cualquier momento de la infancia temprana [desde el nacimiento hasta los siete años] tuvo efectos adversos", agregan los autores del informe.
A diferencia también de los anteriores trabajos, el actual no sólo ha examinado sino que ha utilizado varias medidas, además del índice de masa corporal (IMC), que determina la obesidad basada exclusivamente en la relación entre la altura y el peso. Por ejemplo, la circunferencia de la cintura y la de la cadera.
Siete años de seguimiento
Este nuevo estudio está basado en los datos del Proyecto Viva (que incluía a 1.046 menores), una investigación que analiza el impacto a largo plazo sobre la salud de ciertos factores que ocurren durante el embarazo o después del nacimiento. Los investigadores recabaron información de entrevistas realizadas a madres cuando sus hijos tenían seis meses, tres y siete años. Estos cuestionarios se completaron cuando esos hijos habían cumplido uno, dos, cuatro, cinco y seis años.
Entre otros asuntos, a las madres se les preguntó el tiempo que sus hijos dormían, tanto durante la noche como en el día. A lo largo de siete años, a los niños se les midió además de su peso y altura, su grasa total, la abdominal, la circunferencia de su abdomen y de su cadera.
Se definió como sueño insuficiente pasar menos de 12 horas al día durmiendo entre los seis meses y los dos años, menos de 10 horas entre los tres y los cuatro años y menos de nueve de los cinco a los siete años. En función de las respuestas de cada madre, los niños fueron asignados a unos grupos u otros en función de la cantidad de horas que dormían.
Más obesidad y adiposidad
Tras analizar los datos, los investigadores comprobaron que los niños que estaban en la posición de la tabla de sueño más baja tuvieron medidas corporales mayores que reflejan obesidad y adiposidad, incluida la grasa abdominal que se considera particularmente peligrosa.
Esta asociación fue consistente en todas las edades, indicando que no hay un periodo crítico para esta interacción entre sueño y peso. Lo que sí se detectó fue que en aquellos hogares con menos ingresos, o con una educación materna menor y entre las minorías étnicas fue más frecuente que el sueño de los hijos fuera más corto; pero la relación entre sueño y obesidad no cambió ajustando estos y otros factores.
Entre los mecanismos biológicos que podrían estar detrás de esta relación se incluyen la influencia de las hormonas secretadas durante el sueño que controlan el hambre y la saciedad; la alteración del ritmo circadiano; la escasa capacidad para tomar buenas decisiones a la hora de elegir los alimentos; cambios en la conducta provocados por la deprivación del sueño; o la generación de rutinas en el hogar que conllevan a dormir menos y comer más sobre todo aperitivos o dulces mientras se está viendo la televisión. Todas estas explicaciones deben de ser evaluadas en otros estudios porque, de momento, no hay una causa clara.
Rutinas contra la obesidad
Según un estudio de Sarah Anderson, profesora de epidemiología en la Escuela de Salud Pública de la Universidad Estatal de Ohio (EEUU), algunas rutinas o la falta de las mismas en el hogar pueden ser los responsables directos de que los niños duerman pocas horas. Tal y como había comprobado, cenar en familia, asegurarse de que los más pequeños duermen las horas que les corresponden y limitar el tiempo de televisión a dos horas al día estaba asociado a un 40% menos de riesgo de desarrollar obesidad.
"Mientras necesitamos más ensayos para determinar si mejorar el sueño conduce a una reducción de la obesidad, de momento podemos recomendar que los médicos enseñen a los niños y a sus padres formas para dormir mejor -que incluyen consejos sobre una buena rutina nocturna, limitar la cafeína en las bebidas que se toman por la tarde y eliminar las distracciones que generan los dispositivos electrónicos en la cama.
Todo esto puede ayudar a promover unos buenos hábitos de sueño, lo cual favorecerá una mayor atención en el colegio o en el trabajo, un mejor humor y una mayor calidad de vida", explica Taveras. Sobre todo, teniendo en cuenta que "pocas horas de sueño durante la infancia están relacionadas con otros factores de riesgo cardiovascular, aparte de la obesidad, como la hipertensión".
http://www.elmundo.es/salud/2014/05/19/537659ade2704e60208b4589.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, se respetuoso.
Gracias