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jueves, 24 de abril de 2014

LOS VENENOS BLANCOS DE LA ALIMENTACIÓN ACTUAL

Harina refinada.
Este cereal forma parte de nuestra alimentación desde hace relativamente pocas generaciones, si las comparamos con la aparición del ser humano como especie. De hecho, podría decirse que el ser humano ha vivido el 99% de su historia sin la necesidad de consumir trigo. Pero es desde que apareció la agricultura, hace unos 10000 años, cuando comenzamos a cultivarlo e incorporarlo en nuestras preparaciones culinarias. Para poder ser consumido, como mínimo, debe ser molido y transformado en harina, y a partir de ésta se pueden elaborar multitud de subproductos derivados, con el pan como producto estrella. El consumo de trigo en sus diferentes formatos ha ido aumentando hasta que, prácticamente en el último siglo, se nos ha comenzado a vender como el alimento salvador que erradicará el hambre en el mundo. Sin embargo la realidad es otra muy diferente. A día de hoy, el hambre sigue siendo un gravísimo problema de salud pública, afectando a 1 de cada 6 personas que habitan el planeta (unos 870 millones). 

Por tanto, los pronósticos con los que nos bombardeó la industria alimentaria en su día no se han cumplido. De hecho, el efecto ha sido el contrario, en vez de erradicar el hambre en el mundo, la superproducción de trigo lo que ha logrado es aumentar la obesidad y sus enfermedades asociadas (diabetes, hipertensión, dislipemias, enfermedades cardiovasculares, cáncer) hasta ser calificada de epidemia mundial. En los últimos estudios epidemiológicos se está viendo reflejada esta situación, ya que las conclusiones que arrojan son que la obesidad mata a más personas que la inanición actualmente. Y es que la producción mundial de trigo podría ser suficiente para alimentar al doble de la población mundial. 

Sin embargo, para alimentar a los países con bajos ingresos, la industria alimentaria tendría prácticamente que regalarlo. Y digo yo…¿cuándo ha pensado la industria en otra cosa que no sean sus ingresos? Nunca. Por lo que se hace inviable donar parte de la producción a los países pobres, así pues, para aprovechar la superproducción de trigo se dedican a atiborrar a los países que sí pueden pagar sus expectativas económicas, induciendo la mayoría de enfermedades crónicas antes mencionadas. 

Reflexionando sobre todo esto llego a una cuestión que me trae de cabeza: Hidratos de carbono INESEMEstá establecido que la base de la alimentación son los cereales y alimentos hidrocarbonados en general (harina, pan, pasta, arroz, patata, etc.), de igual modo que se considera el perfil calórico adecuado para una dieta equilibrada aquel en el que el 55-60% de las kcal proviene de los hidratos de carbono, el 12-15% de las proteínas y el 25-30% de la grasa. Pero cada vez desconfío más de estas “leyes universales de la alimentación”, y ya hace tiempo que me planteo si realmente estas pautas alimentarias han sido establecidas pensando en la salud de las personas o en los intereses de la industria. Nuestro organismo, aparte de agua, está formado principalmente por proteínas y grasa. Solamente somos capaces de almacenar unos 500 gramos de hidratos de carbono en total. 

Entonces ¿Por qué nos obsesionamos en consumir más de la mitad de los nutrientes en forma de hidratos de carbono? ¿Por qué a la industria le interesa? Mi opinión es que tristemente es así, y si no, tiempo al tiempo. Pero volviendo al tema, ¿Por qué muchos profesionales consideramos a la harina refinada un veneno? Las partes de mayor valor nutritivo del grano de trigo (salvado y germen) se eliminan en el refinado de las harinas blancas. De hecho, la harina refinada es prácticamente puro almidón, y cuanto más fina y blanca es, dispone de menor cantidad de fibra, vitaminas y minerales, además de presentar una mayor superficie de almidón a las enzimas encargadas de hidrolizarlo, por lo que es transformado en glucosa muy rápidamente, teniendo un índice glucémico muy alto. Por tanto, la harina blanca se comporta en nuestro organismo prácticamente como el azúcar refinado (otro de los venenos blancos), por lo que es tan tóxica y adictiva como éste, además de una fuente de calorías vacías. 

 ¿Por qué se elimina lo mejor de la harina en su refinado? Muy sencillo, para que se conserve durante más tiempo, pueda tener una vida comercial mayor y aguante más en los estantes del supermercado. O sea, de nuevo porque a la industria alimentaria es lo que le interesa, ya que: El germen de trigo es rico en ácidos grasos insaturados que se enrancian rápidamente. El color blanco y homogéneo resulta más atractivo al consumidor. Conlleva menores costes de producción a la larga. Por tanto, el alto índice glucémico unido a la gran cantidad de glucosa que aporta (carga glucémica) hacen que cada vez que consumimos productos derivados de la harina refinada desestabilicemos los niveles de glucosa e insulina en sangre, induciendo futuros problemas en el metabolismo hidrocarbonado que pueden desencadenar en diabetes y obesidad. Pero es que para colmo, en su blanqueado se utilizan productos químicos como el óxido de cloro que dejan en el producto final un compuesto químico muy tóxico: el aloxano, una sustancia utilizada experimentalmente para producir diabetes en ratas de laboratorio. http://revistadigital.inesem.es/sociosanitario/los-5-venenos-blancos-de-la-alimentacion-actual-iv-harina-refinada/

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