Iniciativa en el hospital
Rojo para las grasas saturadas y verde para los alimentos saludables .
Un código clasifica los productos de las máquinas expendedoras.
Es la iniciativa que ha puesto en marcha el Hospital General de Massachusetts.
Las máquinas expendedoras de comida y bebida son un recurso fácil para alimentarse entre horas o para comidas más fuertes. El problema es que normalmente se recurre a opciones poco sanas como la bollería o los dulces. Sin embargo, detrás de estas vitrinas hay más opciones, quizás no tan visibles. Investigadores del Hospital General de Massachusetts (EEUU) han establecido un programa simple y barato con el que han logrado que los usuarios de estas máquinas se decanten por productos más saludables.
¿Qué es lo primero que elige cuando va a la máquina de comida de su trabajo? Puede que piense que se trata de una elección voluntaria, y quizás caprichosa. Pero a la hora de elegir un aperitivo debe tener en cuenta que el márketing influye en nuestro cerebro y que los productos situados a la altura de sus ojos son los que finalmente suelen terminar en sus manos.
Un ejemplo de que se puede dar la vuelta a la tortilla sin grandes gastos es la iniciativa que publica la revista 'American Journal of Public Health'. A lo largo de nueve meses, nutricionistas y expertos en márketing del Hospital General de Massachusetts (EEUU) establecieron una serie de medidas en la cafetería de este hospital. La intervención se realizó en dos fases. En la primera, establecieron un código de colores para los alimentos y bebidas. De esta manera, los productos (comida o bebida) que contenían más calorías y grasas saturadas llevaban una pegatina roja, los que estaban en un nivel intermedio, una amarilla y los que eran más saludables, una verde.
A esta medida se unió la implantación de unos carteles informativos explicando qué significaba el código de colores y con cuanta frecuencia se podía consumir un producto de cada color y la diferencia de calorías entre unos y otros. Por ejemplo, las bebidas con una pegatina roja contenían 200 o más kilocalorías, leche entera en los productos lácteos o cinco o más gramos de grasas saturadas por envase.
Rojo para las grasas saturadas y verde para los alimentos saludables .
Un código clasifica los productos de las máquinas expendedoras.
Es la iniciativa que ha puesto en marcha el Hospital General de Massachusetts.
Las máquinas expendedoras de comida y bebida son un recurso fácil para alimentarse entre horas o para comidas más fuertes. El problema es que normalmente se recurre a opciones poco sanas como la bollería o los dulces. Sin embargo, detrás de estas vitrinas hay más opciones, quizás no tan visibles. Investigadores del Hospital General de Massachusetts (EEUU) han establecido un programa simple y barato con el que han logrado que los usuarios de estas máquinas se decanten por productos más saludables.
¿Qué es lo primero que elige cuando va a la máquina de comida de su trabajo? Puede que piense que se trata de una elección voluntaria, y quizás caprichosa. Pero a la hora de elegir un aperitivo debe tener en cuenta que el márketing influye en nuestro cerebro y que los productos situados a la altura de sus ojos son los que finalmente suelen terminar en sus manos.
Un ejemplo de que se puede dar la vuelta a la tortilla sin grandes gastos es la iniciativa que publica la revista 'American Journal of Public Health'. A lo largo de nueve meses, nutricionistas y expertos en márketing del Hospital General de Massachusetts (EEUU) establecieron una serie de medidas en la cafetería de este hospital. La intervención se realizó en dos fases. En la primera, establecieron un código de colores para los alimentos y bebidas. De esta manera, los productos (comida o bebida) que contenían más calorías y grasas saturadas llevaban una pegatina roja, los que estaban en un nivel intermedio, una amarilla y los que eran más saludables, una verde.
A esta medida se unió la implantación de unos carteles informativos explicando qué significaba el código de colores y con cuanta frecuencia se podía consumir un producto de cada color y la diferencia de calorías entre unos y otros. Por ejemplo, las bebidas con una pegatina roja contenían 200 o más kilocalorías, leche entera en los productos lácteos o cinco o más gramos de grasas saturadas por envase.
Seis meses después, los investigadores decidieron llevar a cabo la segunda fase del programa que se focalizó en las bebidas frías, los sandwiches preparados y los fritos. En este sentido, se reorganizaron las cinco máquinas refrigeradas que había en la cafetería para que los productos más saludables (agua, bebidas dietéticas y los lácteos bajos en grasa) quedaran a la altura de los ojos de los usuarios y las bebidas más calóricas por debajo de éstos. Además, se colocaron botellas de agua en todas las máquinas, antes sólo estaban en dos de las cinco existentes, y se situaron cinco cestas más con agua al lado de los alimentos.
Por otro lado, los sandwiches vegetales se colocaron en un lugar más visible, por encima o a la altura de los ojos. Las patatas y otros fritos se ubicaron en dos estantes adyacentes, y se pusieron las de etiqueta amarilla por encima de las que tenían pegatina roja.
Tras analizar los datos al finalizar el periodo de seguimiento (nueve meses), se observó que durante la fase I las ventas de productos con pegatina roja se redujeron un 9,2% y la de las bebidas rojas, un 16,5%. A ese descenso hay que sumar el que se produjo durante la segunda fase, un 4,9% para los primeros y un 11,4% para los segundos. El consumo de los alimentos verdes aumentó un 4,5% y el de bebidas saludables un 9,6% durante el primer periodo, ascenso que siguió en la segunda tanda de medidas con un 0,8% y un 4%, respectivamente.
"Nuestros resultados demuestran que una simple intervención basada en un código de color para etiquetas aumentó las ventas de productos saludables y disminuyó las de los menos sanos en una cafetería de un gran hospital sin cambiar el precio ni la variedad de productos. Una intervención sobre la arquitectura de la elección mejoró la visibilidad de los productos saludables e implementó la eficacia de ese etiquetado. Estas iniciativas podrían trasladarse fácilmente a otros entornos alimenticios", afirman los autores en su estudio.
Ángeles López Madrid
Por otro lado, los sandwiches vegetales se colocaron en un lugar más visible, por encima o a la altura de los ojos. Las patatas y otros fritos se ubicaron en dos estantes adyacentes, y se pusieron las de etiqueta amarilla por encima de las que tenían pegatina roja.
Tras analizar los datos al finalizar el periodo de seguimiento (nueve meses), se observó que durante la fase I las ventas de productos con pegatina roja se redujeron un 9,2% y la de las bebidas rojas, un 16,5%. A ese descenso hay que sumar el que se produjo durante la segunda fase, un 4,9% para los primeros y un 11,4% para los segundos. El consumo de los alimentos verdes aumentó un 4,5% y el de bebidas saludables un 9,6% durante el primer periodo, ascenso que siguió en la segunda tanda de medidas con un 0,8% y un 4%, respectivamente.
"Nuestros resultados demuestran que una simple intervención basada en un código de color para etiquetas aumentó las ventas de productos saludables y disminuyó las de los menos sanos en una cafetería de un gran hospital sin cambiar el precio ni la variedad de productos. Una intervención sobre la arquitectura de la elección mejoró la visibilidad de los productos saludables e implementó la eficacia de ese etiquetado. Estas iniciativas podrían trasladarse fácilmente a otros entornos alimenticios", afirman los autores en su estudio.
Ángeles López Madrid
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