Los bostezos continuos y la falta de atención en clase no son las únicas consecuencias de la falta de sueño en la adolescencia. Dormir menos de ocho horas al día también puede influir de forma considerable en las posibilidades de acumular kilos de más, según los resultados de una reciente investigación.
Sus datos, que se publican esta semana en la revista 'Sleep', muestran que los jóvenes que descansan menos de lo necesario consumen más cantidad de productos ricos en grasas y 'snacks' que el resto de sus compañeros.
Los autores de este trabajo, investigadores de la Universidad de Case Western Reserve (Cleveland, EEUU), realizaron un seguimiento a 240 adolescentes cuyas edades oscilaban entre los 16 y los 19 años.
Además de un análisis de sus hábitos alimentarios –realizado mediante de un exhaustivo cuestionario que repasaba todo lo consumido en las 24 horas anteriores-, también midieron las horas de sueño de cada participante a través de un dispositivo capaz de captar los movimientos colocado en su muñeca.
Los resultados de su trabajo pusieron de manifiesto que "comparados con quienes dormían más de ocho horas, los jóvenes con carencias de sueño consumían una mayor proporción de productos ricos en grasas y una menor proporción de calorías procedentes de carbohidratos", tal y como explican los investigadores en su trabajo.
Además, los más noctámbulos también tomaban una mayor proporción de aperitivos y 'snacks' que el resto.
"Una corta duración del sueño puede incrementar el riesgo de obesidad al producir pequeños cambios en los patrones alimenticios que alteran el balance energético", comentan los autores, quienes subrayan que esta relación resultó ser mucho más fuerte entre las chicas.
Aunque no han podido establecer los mecanismos que explican esta asociación, los investigadores sugieren que, además de proporcionar más oportunidades para asaltar la nevera, la falta de sueño puede alterar la función metabólica, provocar mayor sensación de estrés o reducir la energía y las ganas de practicar ejercicio.
"Es fundamental establecer pautas adecuadas de sueño y alimentación desde la niñez porque llevar una vida desorganizada en este sentido afecta al funcionamiento del organismo y, en personas predispuestas genéticamente, puede conducir al sobrepeso", apunta Cristina Azcona, especialista en Endocrinología Pediátrica de la Clínica Universidad de Navarra.
Cristina G. Lucio Madrid
Sus datos, que se publican esta semana en la revista 'Sleep', muestran que los jóvenes que descansan menos de lo necesario consumen más cantidad de productos ricos en grasas y 'snacks' que el resto de sus compañeros.
Los autores de este trabajo, investigadores de la Universidad de Case Western Reserve (Cleveland, EEUU), realizaron un seguimiento a 240 adolescentes cuyas edades oscilaban entre los 16 y los 19 años.
Además de un análisis de sus hábitos alimentarios –realizado mediante de un exhaustivo cuestionario que repasaba todo lo consumido en las 24 horas anteriores-, también midieron las horas de sueño de cada participante a través de un dispositivo capaz de captar los movimientos colocado en su muñeca.
Los resultados de su trabajo pusieron de manifiesto que "comparados con quienes dormían más de ocho horas, los jóvenes con carencias de sueño consumían una mayor proporción de productos ricos en grasas y una menor proporción de calorías procedentes de carbohidratos", tal y como explican los investigadores en su trabajo.
Además, los más noctámbulos también tomaban una mayor proporción de aperitivos y 'snacks' que el resto.
"Una corta duración del sueño puede incrementar el riesgo de obesidad al producir pequeños cambios en los patrones alimenticios que alteran el balance energético", comentan los autores, quienes subrayan que esta relación resultó ser mucho más fuerte entre las chicas.
Aunque no han podido establecer los mecanismos que explican esta asociación, los investigadores sugieren que, además de proporcionar más oportunidades para asaltar la nevera, la falta de sueño puede alterar la función metabólica, provocar mayor sensación de estrés o reducir la energía y las ganas de practicar ejercicio.
"Es fundamental establecer pautas adecuadas de sueño y alimentación desde la niñez porque llevar una vida desorganizada en este sentido afecta al funcionamiento del organismo y, en personas predispuestas genéticamente, puede conducir al sobrepeso", apunta Cristina Azcona, especialista en Endocrinología Pediátrica de la Clínica Universidad de Navarra.
Cristina G. Lucio Madrid
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