La cuantificación y la "consumición" del deporte no sólo invaden los estamentos del deporte-espectáculo, sino gran parte de las áreas del deporte práctica. Esto puede ser grave.
La imagen del deporte, de lo que sea o deba ser, está acaparada por el gran deporte competitivo. Cuando se hable de deporte, en seguida se piensa en campeones y récord. Esta imagen predominante, reiteradamente inculcada por los medios de difusión, se apodera del muchacho que simplemente hace deporte en su barrio o en su escuela; este deportista elemental se identifica, sin quererlo con aquel deporte. Ya no solamente aspira a ganar un partido o una carrera espontánea. Sin quererlo, actúa en él la imagen del campeón. Los niños que improvisan un partido de fútbol en un descampado, repiten las maneras, aspavientos y fingimientos de las vedettes balompédicas de primera división.
En cualquier competición de barrio se descubren alrededor de la piscina o del terreno de juego los nerviosismos de "papás" y "mamás" por si su niño gana o pierde. Se llegan a hacer trampas, como si se tratase de una victoria pírrica. Los pequeños competidores de 8, 10, 12 años, tiene, en la víspera de la prueba, comportamientos neuróticos. Cada vez parece más difícil separar la simple "práctica" deportiva de la "consumición deportiva". El deporte se convierte en simple "degullición" de triunfos. Estos se buscan, se manipulan, se obtienen a cualquier precio.
El deporte-práctica, en su inmensa variedad (repito: deporte-higiene, -educación, -diversión, -ocio, -esfuerzo, - expresión, - aire, - libre,...), es decir, todo el deporte organizado para el ocio y para la educación, como el espontáneo de cualquier movimiento popular (deporte para todos o deporte para la intimidad) es, cada vez más, otra realidad distinta del deporte-espectáculo.
No se trata de censurar a éste, ni de frenarlo. Es un gigante que sigue creciendo; cumple sus funciones sociales, alguna muy útiles.
Pero existe fuera de él, distinto, autónomo, suficiente, de mejor pronóstico y mucho más necesario, el otro, el deporte-práctica; que en realidad es el primero, el originario. Hoy es especialmente útil insistir en esta filosofía de la neta diferenciación de ambos. No es que uno de ellos siga siendo el deporte propiamente dicho, y el otro (deporte-espectáculo) una cosa ajena. Son dos deportes distintos, claramente diferenciados debido a la variedad de demandas sociales que los desarrolla. Pero ambos, deporte.
La imagen del deporte, de lo que sea o deba ser, está acaparada por el gran deporte competitivo. Cuando se hable de deporte, en seguida se piensa en campeones y récord. Esta imagen predominante, reiteradamente inculcada por los medios de difusión, se apodera del muchacho que simplemente hace deporte en su barrio o en su escuela; este deportista elemental se identifica, sin quererlo con aquel deporte. Ya no solamente aspira a ganar un partido o una carrera espontánea. Sin quererlo, actúa en él la imagen del campeón. Los niños que improvisan un partido de fútbol en un descampado, repiten las maneras, aspavientos y fingimientos de las vedettes balompédicas de primera división.
En cualquier competición de barrio se descubren alrededor de la piscina o del terreno de juego los nerviosismos de "papás" y "mamás" por si su niño gana o pierde. Se llegan a hacer trampas, como si se tratase de una victoria pírrica. Los pequeños competidores de 8, 10, 12 años, tiene, en la víspera de la prueba, comportamientos neuróticos. Cada vez parece más difícil separar la simple "práctica" deportiva de la "consumición deportiva". El deporte se convierte en simple "degullición" de triunfos. Estos se buscan, se manipulan, se obtienen a cualquier precio.
El deporte-práctica, en su inmensa variedad (repito: deporte-higiene, -educación, -diversión, -ocio, -esfuerzo, - expresión, - aire, - libre,...), es decir, todo el deporte organizado para el ocio y para la educación, como el espontáneo de cualquier movimiento popular (deporte para todos o deporte para la intimidad) es, cada vez más, otra realidad distinta del deporte-espectáculo.
No se trata de censurar a éste, ni de frenarlo. Es un gigante que sigue creciendo; cumple sus funciones sociales, alguna muy útiles.
Pero existe fuera de él, distinto, autónomo, suficiente, de mejor pronóstico y mucho más necesario, el otro, el deporte-práctica; que en realidad es el primero, el originario. Hoy es especialmente útil insistir en esta filosofía de la neta diferenciación de ambos. No es que uno de ellos siga siendo el deporte propiamente dicho, y el otro (deporte-espectáculo) una cosa ajena. Son dos deportes distintos, claramente diferenciados debido a la variedad de demandas sociales que los desarrolla. Pero ambos, deporte.
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